Fintech + Bancos: suma positiva
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En la década de los 90’, cuando las fintech comenzaron a surgir tal como las conocemos hoy, se las empezó a percibir como los nuevos y revolucionarios jugadores del mercado financiero, mientras que los bancos tradicionales eran vistos como conservadores y limitados en términos de innovación. Sin embargo, en la actualidad, tanto las fintech como los bancos están aprendiendo a colaborar y aprovechar los puntos fuertes de cada sector para mejorar la oferta de servicios financieros y satisfacer mejor las necesidades de los clientes.
En los últimos años, numerosas instituciones financieras han optado por invertir, adquirir o aliarse con fintechs con el fin de desarrollar nuevos servicios y negocios que puedan mejorar la experiencia de los clientes. El surgimiento de bancos que ofrecen servicios de banking-as-a-service ha permitido la aparición de nuevas fintech y la posibilidad de que los bancos participen en nuevos negocios a los que antes no podían acceder.
Sin embargo, sigue existiendo una brecha en la forma en que las fintechs y los bancos se perciben mutuamente. Muchas fintech ven a los bancos como instituciones lentas y burocráticas, mientras que algunos bancos todavía consideran que las fintechs son riesgosas y pueden representar una amenaza para su negocio tradicional.
¿Por qué ocurre esto? En mi opinión, la polaridad entre bancos y fintech se debe a una asimetría en la regulación, que también se manifiesta en la brecha existente en la cultura corporativa de ambos actores. Los bancos, como instituciones financieras reguladas, tienen la obligación de cumplir con una serie de normativas que buscan proteger a los clientes, prevenir fraudes y delitos financieros. Estas regulaciones incluyen el cumplimiento normativo (compliance), la verificación de identidad (KYC), la prevención del blanqueo de capitales (AML) y el monitoreo constante de transacciones, entre otras. Y si bien estos procesos han evolucionado para mejorar la experiencia de los clientes (ej. apertura de cuentas 100% digitales, etc.), por diferentes razones los bancos han sido más lentos en innovar.
Por el otro lado, aunque hay fintech que han adoptado controles similares a los aplicados en el sistema financiero, en algunos casos con estándares bien elevados, todavía existen espacios donde el control puede ser escaso, lo que genera cortocircuito con los incumbentes. Es aquí donde se crea la mayor fricción, ya que los bancos cumplen un rol de “fiscalizadores” bajo sus propios estándares que, en muchos casos, es visto como un freno al desarrollo de las fintech.
La aprobación de la Ley Fintech este año debería disminuir la asimetría y permitir una relación más fluida entre ambos actores. Sin embargo, esto dependerá de la rapidez con la que el regulador pueda implementar la nueva normativa y las fintechs adoptarla.
No existen buenos y malos en esta relación, las fintech necesitan a los bancos para operar, y los bancos necesitan de las fintechs para evolucionar su negocio. Por lo tanto, es crucial que ambos se vean como aliados y encuentren puntos de cooperación en la búsqueda de mejorar la atención de las necesidades de los clientes. En este sentido, la colaboración entre fintech y bancos puede ser vista como un caso en el que la suma de uno más uno es mucho más que dos.